sábado, 16 de junio de 2012

El cazador cazado


En aquella oscura estancia
te espiaba yo ladino,
y con mi olfato tan fino
me embriagaba tu fragancia.

Ajena tú a mi presencia,
te mirabas al espejo
que devolvía el reflejo
de tu sin igual belleza.

Cuanto más yo te veía,
en mi despertaban ansiosos
instintos libidinosos
y mi excitación crecía.

Sin poder ya contenerme
Hacia ti fui raudo y veloz
Con un ímpetu feroz
Y ansias de poseerte.

La irrupción de aquella sombra
que te tomó entre sus brazos
prodújote tal embarazo
que te caíste en la alfombra.


Y allí, al desvanecerte,
y al verte frágil y pura
cesó pronto mi calentura
y ya no quise tenerte.

A tus labios y nariz
aplique sales y aromas,
y cuando saliste del coma
tú te fijaste en mi.

Al verte casi desnuda,
ante mi mirada atenta,
con una caricia lenta
tocaste mi faz barbuda.

Y con mucho desparpajo,
sin siquiera darme cuenta,
ágil te diste la vuelta
y me tenias debajo.

Y en ese mismo instante,
sin yo poder evitarlo,
en el suelo de tu cuarto
sin piedad me violaste.

Pontevedra, 16 de junio de 2012.