martes, 8 de julio de 2014

El ahorcado del puente

Era un espía enemigo
En aquella guerra cruenta,
Y cuando cayó en la cuenta
Ya lo habían detenido.

Lo juzgaron en dos horas
Y condena pronunciaron.
De pies y manos le ataron
Y le ajustaron la soga.

La cuerda el cuello apretaba,
Se oía el rumor de un río,
El hombre tenía frío,
Y el miedo lo atenazaba.

En medio de un puente estaba
Cuyo equilibrio era incierto.
Tenía el rostro cubierto
Y la soga ya lo ahogaba.

Ya casi desvanecido,
El puente se desmoronó
La cuerda tensa rompió
Y el hombre cayó al río.

Soñó que estaba en el limbo.
Lo despertó el agua fría
Y grande fue su alegría
Al ver que aun estaba  vivo.

Sacó fuerzas de flaqueza
y nadó contracorriente
para evitar los mosquetes.
Por fin llegó a la maleza.


Se introdujo en bosque hondo
Sin saber adónde iba
Todo el cuerpo le dolía,
Sus fuerzas tocaban fondo.

De pronto, tras un ramaje,
Exhausto por tan larga fuga,
Vio que un campo de lechugas
Dominaba ahora el paisaje.

Y una casa divisaba,
Una mansión señorial
Y en el zaguán principal,
 Unos niños que jugaban.

Se aproximó a la cercada
Para comprobar feliz
Que aquello no era un desliz
De su mente extraviada.

Lo condujo allí el azar,
Los niños a él se acercaron
Y al soldado se abrazaron
Al grito de« ¡Papá, papá!»

Y cuando de emoción lloraba
Por ese casual encuentro,
Mecido por un fuerte viento
El ahorcado ya oscilaba

En el puente sobre el río
El enemigo colgaba,
y sus ojos reflejaban
Las caritas de unos críos.

Inspirado en el cuento de Ambrose Bierce, El puente sobre el río del Búho.
 Cádiz, 8 de julio de 2014


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