En
el salón principal
Retozaban
las muchachas
Permitiendo
ver las cachas
al
cliente habitual.
Virginia
era una de ellas
La
otra se llamaba Pura,
Cándida,
la más madura,
E
Inocencia, la más bella.
Y
mostrando sus encantos,
Comportándose
mimosas,
Las
cuatro putas hermosas
Seducían
al más santo.
Pero
quien allí ordenaba
Y
regía el lupanar
era
de armas tomar.
De
apodo Doña Diabla.
Así
la llamaban los hombres
Que
acudían al burdel.
Era
una broma muy cruel
Siendo
Ángela su nombre.
Por
supuesto carecía
Del
rabo de Satanás,
Aunque
cuernos hasta hartar
A
las burguesas ponía.
¡Virginia,
atiende al marqués !
¡Sírvenos
el vino, Pura!
¡Buenas
noches, señor cura!
¿Qué
nos cuenta, señor juez?
Y
así, día tras día,
En
la villa diminuta,
Diabla
y sus prostitutas
Eran
la única alegría.
Pero
llegó cierto día
Que
el boticario al llamar,
Confuso
pudo observar
Que
el lupanar no le abrían.
Y
fijándose advirtió
Un
cartel que así decía:
«Cerraremos
varios días
Por
Primera Comunión».
Y
preguntaron al cura
Para
saber del asunto,
Y
este santo presunto
No
pudo disipar dudas.
|
¿Cuál
era la explicación?
Que
en una ciudad vecina
De
Ángela una sobrina
Hacía
la Comunión.
Luego
de pensarlo un poco,
Tras
haber sido invitada
Por
su hermano y su cuñada,
Dejó
cerrado el negocio.
Hizo
las maletas presta,
Ordenó
un poco el burdel,
Subieron
todas al tren
Y
se fueron a la fiesta.
Las
comulgantes desfilan
En
la iglesia desbordada,
Y
las rameras sentadas
Las
cinco en primera fila.
El
cura al ver tanto lujo
En
el banco de caoba
Creyó
que aquello era obra
De
un celestial influjo
Y
a las putas muy perplejas,
él
dedicó la homilía,
Y
como en miel las abejas
De
gusto se relamían.
Mientras
tanto en el burdel
Se
agrupaban los locales,
Cuyas
mujeres legales
No
podían dar placer.
Y
estaba el villorrio oscuro
Y
los hombres en barbecho,
Pues
era consumado hecho
Que
no mojaban el churro.
El
día que regresaron
Diabla
y sus mujerzuelas,
De
gala y con lentejuelas
Los
hombres lo festejaron.
Todos
fueron muy felices,
Y
pese a no ser aún verano,
Salieron
ya del secano
Gracias
a las meretrices.
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Inspirado en la pieza teatral Doña Diabla de Luís F. Ardavín y en el relato La Casa Tellier de Guy de Maupassant.
José M. Ramos. Pontevedra, julio 2014.