En la grupa de Babieca
y sobrado de valor,
al moro vil e invasor
quise arrojar a la Meca.
En mil batallas luché
y con mi fe como luz
y de estandarte una
cruz,
en los mil frentes
gané.
Enfrentado en buena lid
contra el aguerrido moro
todos me llaman a coro
Rodrigo Diaz, el Cid.
Y fui una leyenda en
vida.
Mis actos emprendedores,
juglares y trovadores
en sus trovas dan
cabida.
Me temía el musulmán
Y ante mi arrojo
temblaba
Al enarbolar mi espada
Y al ejecutar mi plan.
Muertos por doquier
dejé
Y en la estepa
castellana
Todavía sangre mana
De todos los que maté.
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Pero un día de verano
En el que el sol
abrasaba
La muerte me arrebataba
De las huestes del
cristiano.
Y en las mañanas más
frescas,
Aprovechando mi fama,
Me sacaban de la cama
Y montaban en Babieca.
El moro, al verme a lo
lejos,
Avanzar en mi montura,
Huían en la espesura
En espantado cortejo.
Y ante esta situación
bizarra
De un jinete, alma en
pena,
En la mano sarracena
Temblaban las
cimitarras.
Por lo que resulta muy
cierto
Que al moro mantuve a
raya
Ganando muchas batallas
Inclusive estando
muerto.
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José M. Ramos. Pontevedra, 3 abril de 2012