Oteando el horizonte
pude observar tu presencia
y fuerte fue mi creencia
en Satán y su cohorte.
Pues con otro yo te vi
que en sus brazos te tomaba
y tu rostro denotaba
que te sentías feliz.
Y oculto entre rastrojos
el odio experimenté
y un ensalmo recité
para echarte un mal de ojo.
Algo debiste notar
porque en tu rostro risueño
de pronto se frunció el ceño
y comenzaste a temblar.
Tu amigo, muy alarmado,
te preguntó que pasaba,
mientras la cara ocultabas
con tus delicadas manos.
Y a Satán yo agradecía
tan rápida efectividad
al ver como mi maldad
en tu ser se introducía.
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Te acometieron temblores
y en tu frente se perlaba
un sudor que presagiaba
una crisis de estertores.
Vendí mi alma al diablo
para vengarme de ti.
No fue venta baladí
y justo resultó el pago.
Y es que Satán me ofreció
aquello que mas quería:
ver como te consumías
contrita por el dolor.
Y aunque sé llevar los cuernos
con bastante dignidad,
espero con ansiedad
encontrarte en el infierno
para reírme de tí
y de tu rostro espantado
viendo como no has logrado
el desprenderte de mí.
Y entre el rechinar de dientes
de las almas condenadas,
a mí seguirás atada
por siempre y eternamente.
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José M. Ramos González. Pontevedra octubre 2012