jueves, 26 de abril de 2012

El amante tenaz

Al bosque fuimos tú y yo
a recoger florecillas.
¡Oh, mi cándida chiquilla!
no era esa mi intención.

Cuando la noche estrellada
puede verse entre los pinos,
y los tojos con espinos
rasgan tu piel nacarada,

siento surgir el deseo
del sátiro libidinoso
que en mi se despierta ansioso
con la belleza que veo.

Mientras tú, querida mía,
no sientes ningún placer
y te veo estremecer
en esta noche tan fría.

¡Oh, dulce ruiseñor!
a pesar de ser tan tarde,
mi pasión está que arde
y me ahogo de calor.

E ignorando el ramaje,
acercándome a tu lado,
tan lamentable es mi estado
que quiero quitarte el traje.

Mientras tú, mi niña pura,
defendiendo tu virtud,
me empujas por un talud
y enfrías mi calentura.

Mas viéndote violenta,
enfadada y ofendida,
no me duelen las heridas
y tu hermosura me tienta.

Me levanto y me sacudo,
y escalando aquel terreno
regresa mi desenfreno
y el ataque reanudo.

Y vuelvo a querer abrazarte
y tú, ¡venga a resistirte!
y no quieres desvestirte
para que yo pueda amarte.

Y en la enconada batalla
sí de besos, no de espadas,
recibo cien bofetadas
tremendas donde las haya.

Me ofusca tu resistencia
y no entiendo tus reservas
con mis caricias tan tiernas
y mi tenaz insistencia.

Y despuntando la aurora,
dándome ya por vencido,
me susurras al oído:
¿Por qué te paras ahora?

Porque de tanto insistir
En obtener tus favores
Se apagaron mis ardores
y ahora quiero dormir.



José M. Ramos. Pontevedra 26 abril 2012