viernes, 13 de abril de 2012

El Ladrón

¡Detened a ese ladrón!
Gritan los hombres airados,
Los ciudadanos robados
En su hacienda y en su honor.

El hombre roba una hogaza
De pan mohoso en un bar,
Pues no puede soportar
el hambre que le atenaza.

Los parroquianos presentes
Consuelan al propietario
Que se lamenta indignado
Y agraviado se siente.

Mientras tanto el fugitivo
Dobla con prisa la esquina
Y la vista atrás afina
Al sentirse perseguido.

Cuando seguro se encuentra
Se acurruca en un portal
Y extrae de su sayal
El chusco que lo alimenta

Del alba al anochecer
Porque en el fondo lamenta
Haber cometido la afrenta
De robar para comer.

¡Dios mío, dame valor
Para enfrentarme a la vida
Con la cartera vacía
Y con este deshonor!

Así clama en oración
El mendigo avergonzado
Después de haber almorzado
La robada colación.

Y así, día tras día
Su calvario continúa
Y su gazuza acentúa
Su falta de valentía

Para robar en las tiendas,
Para hurtar en los comercios,
Para sisar a los necios
Un real pa la merienda.

Y ya casi siendo viejo
Su cuero está tan curtido
Y su aspecto tan consumido
Que solo tiene pellejo.

Y al llegar a la vejez
Es un hombre transparente
Para el resto de la gente
Por su extrema delgadez.

Y la muerte en su regazo
tampoco puede albergarlo,
Pues al querer abrazarlo
Se le escurre entre los brazos.

Y de la Muerte escapando
A Esta roba una tibia
Y con una tierna endibia
El pobre se hace un buen caldo.

¡Detened a ese ladrón!
Que incluso a la Parca roba,
Y aunque viejo y con joroba
Abomina el panteón.

Y cuando su vida al fin cesa
Dios, que es de pobres abogado,
Le perdona sus pecados
Y le convida a su mesa.


José M. Ramos. Pontevedra 13 abril 2012