Por
mucho que ingirió brebajes
de
niño era un patoso;
disléxico
era el mocoso
y
de mal aprendizaje.
Pero
algo sucedió
y
se produjo un milagro
y
en un día no aciago
su
bombilla se encendió.
No
le cayó en la cabeza
ningún
fruto inspirador
sino
que desde su interior
algo
actuó con presteza.
Y
con ese aspecto ajado,
con
despeinada melena,
un
traje que daba pena
y
porte desaliñado,
Consiguió
con gran acierto
y
mucha dosis de humildad
descubrir
una gran verdad
que
rige en el Universo.
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Y
la intuición le llegó
cuando
en la estación del tren
esperando
en el andén
él
observaba un reloj.
Y
aunque parezca tontería,
a
la vista de ese objeto
Albert
se autoimpuso un reto
y
formuló una Teoría.
Teoría
hoy llamada
de
la Relatividad,
y
para la Humanidad
supuso
nueva alborada.
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Albert Einstein (1879-1955) |
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José M. Ramos. Cádiz, 30 julio 2011