De
niño vivió sin padre,
lo
que al chico no frustró,
pues
excelente educó
una
cariñosa madre.
Ya
mocito de reemplazo,
tuvo
un temprano amorío.
Fruto
de estos nuevos bríos,
ella
tuvo un embarazo.
Y
nació una criatura
que
Claudina se llamó
pero
a su madre llevó
del
parto a la sepultura.
Y
él en silencio lloró
por
la desgracia fatal
y
como era hombre cabal
al
bebé reconoció.
Poseedor
de gran cultura,
se
dedicó al periodismo
y
abandonó su estoicismo,
su
pesar y su amargura.
Querido
por sus amigos,
generoso
y servicial,
incluso a José Millán
respetaban
enemigos.
Con
Cándida, leal esposa,
una
familia fundó
y
tres vástagos le dio,
Augusto,
Isidoro y Rosa.
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A Pontevedra dio lustre
y
escapando de los mitos,
fiel
describió en sus escritos
a
sus Varones Ilustres.
Acometió
estudios serios,
y
amante de la arqueología,
tres
libros escribiría
sobre
sendos monasterios.
Y
por modestia excesiva,
enemigo
de ruidos,
no
escucharon sus oídos
las
loas que merecía.
No
quiso notoriedad
pero
el tiempo lo juzgó,
y
su nombre se le dio
a
una calle en la ciudad.
Y
ya alcanzada la gloria,
cariño
y reconocimiento,
orgulloso
yo me siento
de
evocar hoy su memoria.
Y
cuando las nubes no están
se
ve una estrella brillante
cuya
luz es fulgurante:
¡Es
el alma de Millán!
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José Millán (1859-1936) |
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José M. Ramos. Pontevedra, 18 septiembre 2011