domingo, 11 de marzo de 2012

Fin de año aciago

Hoy me encuentro a mi pesar,
pasando este fin de año
tan insólito y extraño,
en este austero lugar.

¿Dónde estoy? Tú ve pensando,
ten paciencia hasta el final,
y aunque me encuentro muy mal,
los indicios te iré dando.

Es un recinto cerrado,
con una puerta de acceso,
un falso techo de yeso
y un armario está empotrado.

Dechado de perfección
no te lo creas, amigo,
porque hayas deducido
que es una habitación.

Todavía faltan datos
para concluir mejor.
No me apures, por favor,
así que espérate un rato.

Encima de mi cabeza
pende anclado un monitor,
pero no tengo valor
para ver lo que proyecta.

Está más fácil ahora
describir donde me encuentro
y entender porque me siento
el rosario de la aurora.

¡Qué noche de maravilla!
Sólo a mí me ha de pasar,
estar en un hospital
tomando doce pastillas.

Pero lo que más lamento,
es no estar con mi familia;
seguro están de vigilia,
pensando en este tormento.

Y es que no hay Navidad
cuando de salud se trata.
Aquí estoy con esta bata
implorando caridad.

a Dios para que me ayude
en este trance horroroso.
Todo se vuelve borroso
y en tropel la angustia acude.

Me lo tengo que tomar
medio en serio, medio en broma
porque si no se razona
me vuelvo loco de atar.

Nos ocupamos de cosas
que son insignificantes
cuando hay que tirar para adelante
porque la vida es hermosa.

Y eso a la vista salta,
de forma exacta y palmaria,
cuando te sientes un paria
porque la salud te falta.

Y ahora haciendo el gracejo
tengo que hacer observar
que lo peor es mear
en lo que llaman “conejo”.

Alguien con sorna me dijo
que el tal “conejo” sería
por su forma y simetría,
la antítesis del botijo.

Y no le falta razón,
pues el botijo micciona,
el conejo recepciona,
uno hembra, otro varón.

Aunque yo si soy sincero,
eso de meter mi “elástico”
en un recipiente plástico,
ni me gusta ni lo quiero.

Luego te ponen las vías,
eso sí, con mucho amor,
para que al sentir dolor
en vez de llorar te rías.

Y aunque es forzada sonrisa,
porque pinchado en las venas,
nadie está para verbenas
sino más bien para misas.

Para mí no lo quisiera
ni para otro este infierno,
a pesar de que es muy tierno
el trato de las enfermeras.

Al menos una sonrisa
de enfermera de hospital,
puede ser un recital
de aire fresco y dulce brisa.

¿Qué es una cursilería?
Es posible, mas lo siento,
sobre todo en los momentos
en los que falta alegría.

Y una doctora acude,
ve mi electrocardiograma,
y mientra lo estudia y desgrana,
yo me digo: ¡Dios me ayude!

Me da un disgusto de muerte:
Malas noticias te doy.
Tienes que quedarte hoy
sin las uvas de la suerte.


José M. Ramos. Pontevedra, 31 diciembre 2011