Cuando
a Casta bautizaron,
un
día del mes de abril,
el
agua de bendecir
los
párrocos olvidaron.
Más
tarde, cuando brotaba
la
flor de su castidad,
un
mocito de su edad
de
cuajo se la arrancaba.
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Y
a Casta tanto gustó
el
proceso de extracción
durante
su floración,
que
pérdida no lloró.
Y
de Lugo a Marrakhés,
podemos
fuerte gritar,
sin
temor a difamar,
que
Casta, casta no es.
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José M. Ramos. Tarifa, 22 de julio de 2011