domingo, 11 de marzo de 2012

Una mosca en la sopa

Una mosca que volaba,
Mientras yo ufano comía,
Se cayó y sucumbía
En la sopa que humeaba.

Absorto yo en su agonía,
Me quedé hipnotizado.
Ante el insecto atrapado
De mi asombro no salía.

Más de pronto aquel manjar
Se me hizo repugnante
Con la presencia aleteante
De aquel bicho al zozobrar.

Recuperado del trance,
Al camarero llamé
E indignado protesté
Por lo triste del percance.

El mozo, muy diligente,
Me dijo muy convencido
Que el bicho estaba cocido
En aquel caldo caliente.

Ni bacterias ni otras cosas
Alteraban su sabor
Por lo que hiciese el favor
De comer toda la sopa.

Era asunto baladí
Un tropezón añadido
En el mejunje cocido
Que yo tenía ante mí.
  
Dada mi furia constante,
Al advertir su ironía,
Me dijo con sangre fría:
¡Peor sería un elefante!

Ese no era un camarero
Sino un tipo guasón,
Tal cual la reencarnación
Del mismísimo Quevedo.

Después de pedir la cuenta
y el libro de reclamaciones
escribí unos diez renglones
Denunciando tal afrenta.

Y temiendo una gran multa
El dueño de aquel tugurio,
Me comentó entre susurros
Que había una cámara oculta.

Me reí de la humorada
Y como el hambre arreciaba
Y la sopa me asqueaba,
Opté por una ensaimada.

Pero, y nunca mejor dicho,
Por si las moscas miré
El relleno del pastel
No fuese a haber otro bicho.



José M. Ramos. Vigo, 8 marzo 2012