Ante un plato de fabada
mi mirada se extasió
tal era mi excitación
pues el hambre me acuciaba.
Sin mediar ni una palabra
nada dije a los presentes
y al plato yo hinquele el diente
pues mis tripas retumbaban
Pero un haba se vengó,
y en el fragor de mi euforia,
se salió de trayectoria
y por la traquea me entró.
La tos no se hizo esperar
y en la explosión producida
salió chorizo y morcilla,
habas y salsa hasta hartar.
Los parroquianos del bar
se tiraban por los suelos
tal era mi desconsuelo
al no poderme parar.
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Y con semejante esfuerzo
mis tripas se contrajeron
y en ellas se revolvieron
las habas de aquel almuerzo
Y como el león que ruge
o como el volcán que erupciona
en un rugido que atrona
salió todo aquel mejunje.
Se cayeron muchas sillas
pues llovía a chaparrones
habas y chicharrones
chorizo y alguna morcilla.
La verdad quede aliviado
y alegre me sentí
pues con todos compartí
aquel manjar expulsado.
Y alguien a modo de queja
me dijo fuera de sí:
¡no se te ocurra pedir
ahora un plato de lentejas!
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José M. Ramos. Pontevedra, 26 noviembre 2011
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